Para lograr los objetivos de reducción de emisiones de la UE, es necesario reducir en un 90% aquellas debidas al sector transporte. Solo con las tasas actuales de ciclismo de la UE se ahorran más de 16 millones de toneladas de CO₂ al a&
En el año 2022 Europa vivió el segundo año más caliente de la historia. Además, se prevén fenómenos climatológicos más frecuentes y graves, lo cual, según la Organización Mundial de la Salud, supone importantes amenazas para la salud humana, sobre todo en los niños, los adultos mayores y aquellos que se encuentran socialmente aislados.
Las evidencias de que el cambio climático se está produciendo y de que la actividad humana es su causa principal son claras para la ciencia. Si no se detiene ya, sus efectos van a ser dramáticos para la humanidad. Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, la probabilidad de que el aumento de temperatura global alcance o supere los 1.5 °C antes del 2040 es del 50 %.
Para ello y a través de negociaciones muy costosas y de liderazgo a nivel mundial, el Parlamento Europeo ha priorizado la lucha contra el cambio climático ratificando el Acuerdo de París. La UE se comprometió en 2021 a reducir sus emisiones al menos un 55 % por debajo de los niveles de 1990 para el 2030, promover energías renovables y eficiencia energética y alcanzar la neutralidad climática para 2050. Con la Ley Europea del Clima, esto se ha convertido en una obligación legal para los países miembros.
Los resultados de las últimas elecciones europeas podrían amenazar este tipo de acuerdos y objetivos solo con retrasar su ejecución. Por ello es importante entender los beneficicios de tener ciudades más próximas y ciclables, que además no se limitan a la mitigación del cambio climático.
En 2019 el transporte representaba aproximadamente una cuarta parte de las emisiones totales de dióxido de carbono (CO₂) en la UE, de las cuales un 71,7 % se atribuyó al transporte por carretera. El 60.6 % de estas emisiones corresponde a los coches privados, que son muy poco eficientes como medio de transporte, pues su tasa de ocupación es de 1.6/5 personas por coche en Europa. Además, los costes de congestión ascienden a 270 000 millones de euros al año.
Por otro lado, la contaminación acústica aumenta constantemente junto con la urbanización de las ciudades y el aumento del tráfico. En Europa occidental se pierden al menos 1,6 millones de años de vida sana como consecuencia del ruido del tráfico rodado. Por ello, la Comisión Europea adoptó la directiva 2002/49/CE, que obliga a los Estados miembros a establecer planes de acción para evitar, prevenir y reducir los efectos de la exposición al ruido.
El modelo de las ciudades de proximidad, incluyendo la de los 15 minutos, intenta reducir la necesidad y la dependencia del vehículo privado con el fin de reducir el ruido y la contaminación. Este esquema se basa en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los objetivos estratégicos de la UE mencionados previamente, brindando a los ciudadanos opciones y la libertad de elección sobre qué transporte usar de acuerdo con sus necesidades.
Ante este tipo de medidas, se han difundido teorías desinformativas y de carácter conspiratorio. Aseguran, por ejemplo, que con este modelo los gobernantes intentan controlar el movimiento de los ciudadanos, mediante la restricción del uso del coche privado y el monitoreo de sus movimientos y de las emisiones de CO₂ individuales.
Sin embargo, nuestro estudio sobre la ciudades que vienen aplicando estos modelos de proximidad (incluida París), muestran que estas afirmaciones sobre el control de movimientos no son el objetivo de ninguno de sus planes o políticas.
Por ejemplo, las medidas que se han tomado en París incluyen reducir el límite de velocidad a 30 km/h en gran parte de la ciudad, la peatonalización de algunas zonas, la promoción de la movilidad compartida, mejoras en el transporte público y una ampliación de la infraestructura ciclista.
Además, la capital francesa ha implantado un sistema de zonas de circulación restringida tarifada para los vehículos más contaminantes en determinadas áreas de la ciudad (ZCR) similares a los que desde hace años tienen Madrid y otras ciudades del mundo, desde algunas urbes de Latinoamérica a Singapur, pasando por Estocolmo o Londres.
Para mitigar parte del impacto de las restricciones en las familias con menos poder adquisitivo, Londres ha reinvertido los recursos obtenidos en la mejora del transporte público, la red ciclista y la peatonal de su zona central de bajas emisiones.
París por su parte ha creado programas de ayuda financiera para apoyar la adquisición de diversos medios de transporte limpios, incluyendo coches y bicicletas eléctricas, de acuerdo a las condiciones económicas de cada ciudadano. Es decir, la transición hacia una movilidad menos insostenible y hacia una ciudad de proximidad exige aplicar no solo una, sino un conjunto complementario de medidas que debe estar en constante revisión, dada la importancia de sus efectos para la vida diaria de los ciudadanos.
En artículos anteriores hemos recalcado los beneficios para la salud y para la cohesión social de los modelos de ciudad de proximidad. En esta ocasión nos enfocamos en los ambientales.
El desarrollo de acciones locales que logren que la mayoría de los residentes puedan elegir desplazarse a pie o en bicicleta para satisfacer sus necesidades diarias, disminuyendo así el uso del vehículo privado, desempeñan un papel fundamental en la consecución de los objetivos más apremiantes e importantes a nivel global: la reducción de las emisiones de carbono, la contaminación acústica y la mejora de la calidad del aire.
Una evaluación del impacto de los cierres por la covid-19 sobre la contaminación atmosférica en cinco países de Europa, incluyendo a España, Italia, Reino Unido, Francia y Suecia, reveló una disminución del volumen de tráfico debido a la reducción de los flujos industriales, comerciales, de transporte y de las actividades humanas en comparación con años anteriores. Esto se tradujo en una reducción de las emisiones de NO₂, PM2,5 y PM10 de entre un 20 % y un 40 % en 2020.
Solo con las tasas actuales de ciclismo de la UE, se ahorran más de 16 millones de toneladas de CO₂ al año. En contraste con los coches eléctricos, que en la mayoría de casos siguen funcionando a base de energía proveniente de fuentes fósiles, por lo que es necesario seguir avanzando en la descarbonización de la generación eléctrica. Ello va en la línea de reducir las importaciones de petroleo y de reducir así la dependencia energética del exterior. En el caso de España, esta todavía se situaba en el 74,4 % en el año 2022.
Otra medida que va de la mano con la adaptación de las ciudades hacia modelos de proximidad incluye la regeneración y renaturalización urbana, como medida de resiliencia, adaptación y mitigación al cambio climático. Los espacios verdes contribuyen a reducir las emisiones de CO₂ y el ruido y a moderar las temperaturas, además de promover el encuentro social y mejorar la salud.
Según el sociólogo estadounidense Richard Sennett, el gran reto de las ciudades es lograr que “la ecología sea ante todo una forma de humanismo, la economía una fuente de distribución equitativa y la inclusión social una realidad”. Esta sería la responsabilidad para los alcaldes y planificadores urbanos que quieran implantar modelos de proximidad como el de la ciudad de los 15 minutos.
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