La mitad de la humanidad, 3.500 millones de personas, habitan ya en entornos urbanos y para el 2030 se estima que lo hará el 60% de la población. Las ciudades, sin embargo, ocupan solo el 2% del territorio mundial y consumen entre el 60 y el 80% de la energía, al tiempo que producen el 75% de las emisiones a la atmósfera. Tan acelerada urbanización ejerce, asimismo, una presión muy intensa en cuestiones fundamentales como el abastecimiento de agua potable, el tratamiento de aguas residuales o la salud pública.
La perspectiva, en todo caso, sería incompleta si valoráramos solo datos “mundiales”. La realidad de nuestro país no es la de ciudades que crecen; ese proceso tuvo lugar hace tiempo en España. Nuestras urbes crecen muy moderadamente o decrecen, y están marcadas por el envejecimiento. Esa acelerada urbanización ha hecho que hoy tengamos una tecnología y unas empresas líderes en resolver los problemas asociados a la misma: agua, recogida de residuos sólidos, energía… Asimismo, no podemos olvidar, desde una perspectiva territorial, el otro “lado” de esta realidad: un mundo rural con industrias agropecuarias de clase mundial en ocasiones, aunque parte muy significativa del mismo está marcada por la despoblación y la dispersión. Nuestro próximo reto debe ser la inteligencia de la totalidad del territorio, de todos sus ciudadanos. Este informe aborda, no es tarea menor, los retos de las ciudades; quedamos emplazados para estudiar el mundo rural.
Una de las estrategias esenciales para tratar de paliar los efectos de la superpoblación urbana es el desarrollo del concepto de ciudad inteligente. Su objetivo es poner en marcha, a través de un extenso abanico de soluciones tecnológicas, nuevas fórmulas para optimizar la gestión de los recursos naturales, los servicios públicos, la energía, la convivencia y otros muchas aspectos relacionados con los entornos urbanos. Estados y administraciones locales invierten cada vez más en este proceso de digitalización, sensorización y análisis inteligente. Sin embargo, ¿los modelos de desarrollo que planean las ciudades son los adecuados? ¿Las políticas están estructuradas para aplicarse de forma coordinada en los distintos territorios?
Para encontrar algunas conclusiones interesantes al respecto, desde unblogenred.es han recurrido al “Informe sobre la tendencia inteligente de las ciudades en España”, que acaban de publicar conjuntamente el Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación (COIT) y la Asociación Española de Ingenieros de Telecomunicación (AEIT). En él encontramos ocho estrategias que podrían acelerar el desarrollo de las smarcities en España:
- Provocar una tendencia general hacia la ciudad inteligente: Según COIT-AEIT, actualmente existe un conjunto de proyectos agrupados en torno a un puñado de ideas fuerza, que puede ayudar a caracterizar a estas ciudades en el futuro. Sin embargo, el estudio no aprecia una tendencia generalizada hacia la ciudad inteligente y, sobre todo, en relación a las múltiples visiones y posibilidades que esta ofrece.
- Alcanzar una mayor estandarización en el análisis y la recogida de indicadores: A tenor de los resultados del informe, queda patente la falta de acuerdo entre los distintos análisis que se realizan sobre el desarrollo de las ciudades inteligentes. Establecen una demanda creciente de servicios y aplicaciones vinculadas a las smartcities, que se mantendrá en el futuro, pero se hace necesaria una mayor estandarización en los tipos de indicadores que se recopilan para evaluar en el marco de una visión global los distintos proyectos.
- Incrementar la homogeneización en el desarrollo de las ciudades inteligentes: El estudio subraya el papel precursor de España en el desarrollo de la ciudad inteligente, reconocido internacionalmente, y el valioso esfuerzo económico impulsado por el Gobierno a través de la Agenda digital para España, aunque le llama la atención la diferente caracterización de cada ciudad inteligente. De sus conclusiones se sobreentiende que cada ciudad ha emprendido una evolución dentro del concepto smartcity en base a sus necesidades puntuales de infraestructuras, coyuntura política, etcétera. Sin embargo, la homogeneización en el desarrollo de las ciudades inteligentes contribuiría al hallazgo de soluciones y estándares comunes.
- Canalizar la transformación de las ciudades más a través de la tecnología que del urbanismo: La transformación inteligente se enmarca en un escenario caracterizado por dos grandes tendencias. En primer lugar, el proceso de urbanización que, como hemos visto, ya concentra al 50% de la población en las ciudades. En segundo término, el desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, que ha dado lugar a una realidad en la que proliferan los dispositivos conectados (hiperconectividad). En el año 2020 habrá unos 25 billones de dispositivos conectados, principalmente debido al despegue de IoT (Internet de las Cosas). Es evidente el efecto y la importancia de ambas tendencias, pero hay que subrayar la facilidad e inmediatez de la aplicación tecnológica como vía de transformación en las ciudades.
- Pasar de la teoría a la práctica y cuantificar los resultados: En relación a la planificación de proyectos de ciudad inteligente siempre se alude a la sostenibilidad, la habitabilidad y la eficiencia, a menudo de una forma generalista. Comienza una nueva etapa en la que resultará necesario cuantificar los resultados de las acciones que transforman a las ciudades.
- Impulsar una visión más potente e integral de lo que debe ser la ciudad inteligente: ¿Son las ciudades verdaderamente inteligentes? Hasta el momento la exigencia para calificar a una ciudad como verdadera smartcity es mínima e insuficiente, según COIT-AEIT. Cabe apostar por una visión más potente e integral en cualquier ciudad para poder considerarla inteligente y eficiente.
- Complementar la planificación de la smartcity en función de sus áreas de gobierno y evitar solapamientos: Los contenidos de la planificación de las ciudades no se complementan o acoplan adecuadamente en función de las áreas de gobierno y responsabilidad. Incluso se llega a producir solapamiento de acciones, con el malgasto de recursos que implica. Es hora de obtener mayor grado de alineación desde las fases de planificación.
- La plataforma de ciudad es el medio, no el fin: Este tipo de arquitecturas tienen sentido si alcanzan un gran volumen de datos que las alimenten y se traduzcan en nuevos servicios. También deben de contar con un nivel de interoperabilidad adecuado, que permita que la plataforma se convierta en un verdadero motor de control, gestión y toma de decisiones. El estado actual de desarrollo de las plataformas tampoco permite caracterizar fácilmente servicios comunes entre ciudades, precisamente porque el estado de implantación es dispar. En ocasiones las decisiones estratégicas (como la movilidad) salen fuera del entorno de la propia ciudad, con lo que la toma de decisiones puede depender de otros sistemas ajenos o, incluso, de otras plataformas de ciudades anexas.
Accede directamente al informe completo en el siguiente enlace.