Aquellos ciudadanos con menos recursos suelen vivir en las áreas con una topografía más accidentada y tienen, por tanto, una menor facilidad para acceder a infraestructuras y servicios urbanos.
Los espacios públicos abiertos aportan enormes beneficios sociales, medioambientales y económicos en las ciudades. Pero para que la comunidad pueda disfrutar de ellos primero deben ser físicamente accesibles. Con las importantes excepciones de las personas con discapacidades motrices, caminar es la forma más común de movilidad en las ciudades y la más relevante para la vitalidad de las calles, la equidad social y la sostenibilidad medioambiental.
Sin embargo, las ciudades son focos de desigualdad y esto puede afectar al acceso caminable a los espacios públicos.
La desigualdad espacial se entiende como la manifestación en el espacio de las disparidades sociales generalmente vinculadas a los ingresos económicos, la religión o la raza de las personas. Se trata de un problema común en muchas ciudades.
Las marcadas desigualdades socioeconómicas pueden reflejarse en grandes diferencias en la facilidad de acceso a las infraestructuras y servicios urbanos, incluyendo los espacios públicos abiertos. Se sabe que las personas con menores recursos económicos suelen tener menos acceso a los beneficios urbanos, pero es importante analizar cómo varía el acceso caminable en la ciudad para poder diagnosticar y atenuar esas desigualdades sociales.
Como parte del Programa Global de Espacio Público, la ONU busca promover calles y espacios públicos conectados, integrados y seguros en las ciudades, especialmente para los más vulnerables. Concretamente recomienda un radio caminable de 400 metros como distancia máxima para acceder a los espacios públicos en entornos urbanos.
Este método de aproximación del radio de la distancia a pie, conocido como radio “a vuelo de pájaro”, puede diferir enormemente del acceso peatonal real que permite una red de calles, pues las personas deben rodear edificios y cercos. El área total a la que se puede acceder dentro de una distancia determinada se conoce como pedestrian shed o pedshed.
En una red de calles permeables, el pedshed es sólo el 64 % del área del círculo y puede ser incluso mucho menor cuando hay callejones sin salida o grandes manzanas. Aunque el método del radio estaba muy extendido en el pasado, cuando calcular el acceso peatonal real requería mucho tiempo, ahora disponemos de muchas herramientas basadas en sistemas de información geográfica (SIG) que pueden realizar cálculos más precisos.
El tamaño promedio de las manzanas también es importante. Aunque el pedshed puede ser el mismo para una cuadrícula de 70x70 m (como en Guadalajara, México) que para una de 120x120 m (como en Lima, Perú), la primera permite un mayor número de rutas entre dos puntos. Esto significa una rutina diaria menos repetitiva, más encuentros sorpresa con vecinos y extraños y más interfaces público-privadas que pueden atraer visitantes. Aunque este principio fue elocuentemente explicado por la teórica del urbanismo Jane Jacobs en 1961, seis décadas después sigue siendo a menudo ignorado en la práctica urbanística.
La topografía también afecta nuestra capacidad para caminar. En muchas ciudades andinas de América Latina, el asentamiento en laderas o terrenos inclinados para habitar es común para las poblaciones de bajos ingresos. Normalmente, ellos dependen de caminar y salvar la pendiente no es una cuestión de elección, sino la única forma de acceder a una vivienda asequible.
Estos asentamientos, a menudo informales, son autoproducidos, con trazados de calles y espacios públicos generados a través de la autoorganización. Estos lugares suelen ser vulnerables a los deslizamientos de tierra y otras catástrofes naturales.
Caminar por pendientes supone un esfuerzo mayor que hacerlo por un terreno llano. El esfuerzo de caminar cuesta arriba en pendientes puede llegar a ser entre 2.5 y 2.8 veces mayor que el de caminar por un terreno llano, por lo que el radio máximo caminable debe recalcularse para tales condiciones.
Nuestra investigación considera que, si la pendiente afecta en promedio a dos de los cuatro lados de una manzana urbana, el esfuerzo para caminar sería aproximadamente 1.75 veces superior al de caminar en un entorno llano. La distancia caminable de 5 minutos en una pendiente pronunciada se ajusta entonces a 230 metros, como simple aproximación, pero también es posible una modelización más diferenciada.
Ajuste de la distancia caminable en una pendiente pronunciada. Silva & Pafka, 2023
La prueba de un análisis espacial refinado del acceso caminable a los espacios abiertos recreativos de Lima revela desigualdades que no serían visibles con un método simplificado “a vuelo de pájaro” que ignora la forma urbana y la topografía.
Si bien es posible realizar un análisis aún más refinado utilizando múltiples umbrales de distancia-tiempo en lugar de uno solo, sostenemos que tener en cuenta la forma construida y la topografía debería ser la base de referencia para futuros análisis de acceso caminable.
Zonas fuera del alcance de 5 minutos (400 m a pie en terreno llano, 230 m en pendientes superiores a 25°) en dos distritos de Lima. La zona norte del distrito la derecha tiene una topografía accidentada. Silva & Pafka, 2023
Es momento de dejar de considerar a las personas como pájaros o autos y tener debidamente en cuenta la morfología urbana y la topografía a la hora de analizar el acceso peatonal. No tener en cuenta el esfuerzo que supone caminar en una topografía accidentada puede llevar a sobrestimar el acceso caminable en las zonas urbanas habitadas por las poblaciones más vulnerables. Este patrón espacial es particularmente frecuente en las ciudades latinoamericanas.
Otro aspecto importante a considerar es el tipo y la calidad del espacio público al que se tiene acceso. Por ejemplo, el mismo número o superficie de espacio público abierto puede ser parques o campos de deporte, bien o mal mantenidos. Las zonas donde predominan los grupos de bajos ingresos suelen tener espacios de menor calidad. Esto también representa una desigualdad espacial que debe tenerse en cuenta y mitigarse.
Captar con precisión las desigualdades espaciales es una tarea que también requiere comprometerse con las particularidades físicas y culturales. Es importante seguir desarrollando herramientas que nos ayuden a analizar y medir estas desigualdades espaciales para tomar decisiones con conocimiento de causa y reducir la desigualdad urbana. También es importante que dichas herramientas se adopten en la práctica.
Artículo de Viviana Silva Vereau, Universidad Tecnológica del Perú y Elek Pafka, The University of Melbourne
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