El proyecto analizará cómo las condiciones ambientales actuales han repercutido en los niveles de contaminación lumínica
Las condiciones ambientales que se han producido durante el confinamiento por la COVID-19 son excepcionales. Por un lado, ha disminuido la iluminación de grandes superficies (deportivas, comerciales o monumentales) y las relacionadas con la actividad empresarial, y por otro, se ha producido una bajada en la concentración del dióxido de nitrógeno de hasta un 62% en la ciudad de Granada. El brillo de cielo se ve también afectado por la presencia de otros contaminantes como aerosoles, fuertemente relacionados con la contaminación por dióxido de nitrógeno. Estos factores han impulsado a desarrollar, desde la Oficina de calidad del cielo del Instituto de Astrofísica de Andalucía, un estudio para analizar la evolución de la contaminación lumínica antes y después del confinamiento.
Imagen de satélite de la ciudad de Granada y el cinturón metropolitano.
“La preocupación por la contaminación lumínica surgió en el ámbito astronómico, por la pérdida de calidad del cielo que perjudica las observaciones, pero en la última década se han desarrollado estudios que relacionan el exceso de iluminación nocturna con problemas en nuestra salud y con perjuicios en los ecosistemas que, sumados al derroche energético, muestran la importancia de regular la iluminación artificial”, apunta Alicia Pelegrina, responsable de la Oficina de calidad del cielo del IAA-CSIC.
“La reducción de la actividad económica ha podido repercutir en las emisiones lumínicas –señala Alejandro Sánchez, investigador del IAA que encabeza el proyecto–. Para discernir la importancia de la bajada en la contaminación lumínica debido a la menor actividad empresarial o a la reducción de la contaminación atmosférica es necesario estimar, mediante fotometría diferencial, el perfil de emisiones lumínicas. Adicionalmente, si las condiciones climatológicas lo permiten, ya que hacen falta cielos completamente despejados, se estudiará el perfil radial del brillo de cielo de la ciudad de Granada y la corona metropolitana”.
El estudio empleará cámaras DSLR y cámaras de 360 para documentar aforos y actividad en calles y fachadas y, en paralelo, se utilizarán fotómetros SQM y TESS para la monitorización continua del brillo de cielo. Los datos permitirán medir la curva de la actividad humana y de los niveles de contaminación lumínica durante y después del confinamiento y analizar el impacto de los aerosoles en el brillo de cielo para su futura modelización.
En este estudio, el IAA estudia la influencia del estado de alarma en los niveles de contaminación lumínica.
Muchas de las medidas han tomado a lo largo de las pasadas semanas, pero algunas precisan de la inspección in situ de lugares clave y miradores para estimar el grado de actividad, lo que requiere autorización oficial y para lo que se ha contado con el apoyo del Ayuntamiento de Granada.
Desde principios de este siglo se han documentado los riesgos de la contaminación lumínica, tanto para los ecosistemas como la salud humana, debido a la modificación de los ciclos de día y noche: la mitad de Europa sufre una “pérdida de la noche” generalizada. El IAA ha participado en estudios pioneros que analizan la evolución y los efectos de la contaminación lumínica y que mostraron, en 2017 y 2018 respectivamente, que las superficies iluminadas en el planeta crecen de media más de un 2% al año, a pesar de la introducción de sistemas de iluminación más eficientes, y que la exposición a la luz azul durante la noche produce un mayor riesgo de padecer cáncer de mama y próstata. Este ámbito de estudio vino acompañado de la creación de la Oficina de calidad del cielo del IAA, para defender el cielo oscuro como recurso científico, cultural y medioambiental.
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