Así lo pone de manifiesto un nuevo estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid
Cada vez más, las ciudades se ven sometidas a los impactos del cambio climático, que afectan a la salud, al bienestar y a la economía de sus habitantes. En este escenario, los entornos escolares tienen el potencial de impulsar la transformación urbana necesaria para afrontar retos locales y globales, puesto que son espacios multiactor en los que interactúan el sector público, privado, la sociedad civil y la ciudadanía en su conjunto. Así lo pone de manifiesto un estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid.
Pero para que se produzcan avances en esta línea, los programas educativos para la acción climática (climate action educational programs o CAEPs) deben ir más allá de ofrecer conocimientos teóricos y pasar a la acción. Esto es, la educación para el cambio climático debe apoyarse en tres principios fundamentales –participación, relevancia e interconexión– que permitan promover la eficacia colectiva hacia el cambio de comportamiento de la sociedad.
Basándose en el programa educativo de acción por el clima “Ecología a pie de Barrio”, un proyecto europeo del programa Young Innovators del EIT Climate-KIC en el que participa la UPM, los investigadores de esta universidad señalan que los CAEPs son un vehículo eficaz para la transformación sostenible de las ciudades.
Acercar a los jóvenes a sus barrios y al ecosistema local de actores, para que sean observadores críticos y puedan desarrollar de forma colaborativa acciones para la mejora del entorno, es uno de los objetivos del programa educativo de acción climática “Ecología a pie de Barrio”, que integra el aprendizaje-servicio y la ciencia ciudadana con alumnado de primaria y secundaria.
“Busca concienciar a los jóvenes sobre la situación ambiental de su entorno más próximo, promover la cultura científica desde la experimentación en el aula y fuera de ella, desarrollar competencias digitales y científicas, como la elaboración de sensores de calidad, fomentar la creatividad y la cooperación como forma de abordar los retos comunes ambientales, e incentivar su empoderamiento e iniciativa para la mejora ecosistémica de su barrio”, explica Susana Sastre, investigadora del Instituto de Ciencias de la Educación de la UPM y miembro del Grupo de Investigación para la Formación del Profesorado de Ciencia y Tecnología (ForPROFE) de la universidad.
“Cuando empezamos el proyecto en 2020 estábamos convencidos de que la unión ciencia y arte serían clave para resolver los retos medioambientales del presente. Nuestro objetivo se centra en promover que los jóvenes desarrollen ese interés por hacer de nuestros barrios, de sus barrios, lugares más sostenibles”, explica Manuel Alméstar, doctorando de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid de la UPM y facilitador en EIT Climate-KIC.
En este programa educativo, que ha movilizado entre 2020 y 2022 a más de 200 alumnos y 20 docentes de cinco centros escolares del sur de Madrid, trabajaron de forma conjunta profesorado de la UPM, becarios, profesores de centros educativos, asociaciones de barrio y entidades tanto públicas (en este caso, el Ayuntamiento de Madrid) como privadas.
A través de la sistematización científica del proyecto “Ecología a pie de Barrio”, la investigación busca analizar estrategias prácticas para contrarrestar los retos de la sostenibilidad de los CAEPs. Este programa educativo de acción climática ha permitido crear un nuevo marco analítico que identifica puntos críticos. Entre ellos, “se observa que existe dificultad para que muchos proyectos de innovación social, como son estos programas educativos, alcancen las fases de escalado, especialmente por tres barreras: la financiación inadecuada, un ecosistema de partes interesadas fragmentado y falta de conocimiento específico”, apunta Sastre. Como respuesta, la investigación propone diversas estrategias de escalado que varían de mayor a menor control del proyecto, como pueden ser control directo de la réplica, franquicia, creación de un nuevo proyecto, difusión en formato de libre acceso, afiliación con otras organizaciones, etc. Estas estrategias, además, son extrapolables a otras iniciativas o proyectos de innovación social en el contexto urbano.
El estudio destaca también la necesidad de fomentar la colaboración, pasando de la endogamia de los proyectos a intervenciones de amplio alcance que hagan hincapié en la participación, la interconexión y la relevancia (los tres principios mencionados anteriormente). Y aquí entra en juego el Modelo de Innovación de la Quíntuple Hélice en el que se basa el proyecto. Es decir, un modelo de innovación aplicado a resolver los desafíos del calentamiento global y del desarrollo sostenible que se fundamenta en la interacción colectiva de cinco partes o hélices: el sistema educativo, el sistema económico, el sistema político, el público y el entorno natural. O, lo que es lo mismo, universidades, empresas, gobierno, usuarios y medio ambiente.
En palabras de Sastre, “promover el conocimiento interdisciplinar no solo será beneficioso en el proceso de implementación, sino también para el aprendizaje compartido de todos los actores implicados a lo largo de todo el proceso de innovación social”.
Para que la colaboración multiactor en los CAEPs pueda derivar realmente en una transformación urbana sostenible, es vital “escuchar el contexto local de la ciudad para comprender los retos existentes de su comunidad, crear conexiones valiosas y proponer intervenciones. Esta escucha activa debe producirse a lo largo de todo el proceso de innovación social, no solo en la implementación de programas educativos, lo que permitirá una mayor relevancia y participación tanto de los actores inicialmente implicados como de los nuevos actores que se incorporen a lo largo del proyecto”, añaden los investigadores.
La experimentación urbana a través de los programas educativos para la acción climática o CAEPs tiene la capacidad de “hacerse eco del contexto local en el aprendizaje en entornos controlados como son las aulas, promoviendo no solo la concienciación teórica, sino también el cambio de comportamiento que trasciende los límites del aula”.
“Ecología a pie barrio brinda a los jóvenes las oportunidades y las herramientas para que desarrollen su mayor potencial como verdaderos agentes de cambio, como líderes capaces de abordar los desafíos medioambientales”, concluye Alméstar.
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