Entrevista a Elena Pita, directora de la Fundación Biodiversidad
La lucha contra el cambio climático y la mitigación de sus efectos es uno de los mayores retos a los que se enfrenta la humanidad. Los entornos urbanos, grandes y pequeñas ciudades, juegan un papel trascendental por su capacidad para crear un nuevo paradigma social basado en la sostenibilidad. Ciudades más verdes, ciudades más limpias, ciudades más inclusivas y amables, ciudades más circulares, en definitiva ciudades para el futuro.
Hemos charlado con Elena Pita para conocer la visión de la Fundación Biodiversidad sobre las ciudades del presente y del futuro.
Las ciudades son un espacio clave para la lucha contra el cambio climático. Ocupan tan solo el 3% de la superficie terrestre, pero en ellas viven 4.500 millones de personas, el 55% de la población mundial, y se espera que este porcentaje se eleve al 80% en 2050. Además, las ciudades representan entre el 60 y el 80% del consumo de energía a nivel mundial y son responsables del 70% de las emisiones de CO2. En nuestro país, los entornos urbanos concentran también la mayor parte de la población.
Por un lado, es necesario reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, a través de medidas como la eficiencia energética en viviendas, el transporte sostenible o el aumento de espacios verdes que contribuyan a la absorción de CO2. Además, el medio urbano sufre los impactos del cambio climático y tiende a tener temperaturas más elevadas que las que se dan en su entorno, especialmente durante la noche, y poseen un mayor riesgo de inundaciones debido, entre otros motivos, al elevado grado de impermeabilidad de los suelos. En consecuencia, también son un espacio clave para la adaptación, ya que el aumento de la temperatura media y los cambios en los regímenes de lluvias tenderán a aumentar estos problemas si no tomamos medidas para evitarlo.
"Las ciudades son un espacio clave para la lucha climática. en ellas vive el 55% de la población mundial, y se espera que este porcentaje se eleve al 80% en 2050".
Como se trata de un problema complejo, la solución tampoco es sencilla, pero un aspecto clave es reforzar el papel de la naturaleza en el urbanismo y en la planificación de las ciudades. Las infraestructuras verdes como los parques y jardines, las fachadas y cubiertas verdes, las calles arboladas, las praderas o los huertos urbanos, favorecen la biodiversidad y proporcionan numerosos servicios ecosistémicos relacionados con la calidad de vida, la salud y bienestar de los ciudadanos, incluyendo la regulación térmica, la purificación del aire o la disminución del ruido. Al mismo tiempo, proporcionan espacios para el ocio y la recreación y contribuyen a la permeabilización del suelo para hacer frente a lluvias torrenciales e inundaciones, adaptándose así a los impactos del cambio climático.
Durante demasiado tiempo el desarrollo urbanístico se ha realizado de espaldas a la naturaleza, lo que ha implicado un proceso acelerado de expansión, sobrepoblación y pérdida de biodiversidad. Es necesario que las ciudades vuelvan a contar con la naturaleza, a apostar por soluciones costo-efectivas que las conviertan en lugares más verdes, resilientes y saludables. De ese modo, en el futuro veremos ciudades revitalizadas, mejor gestionadas y más resistentes a los desafíos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
La idea es que la conservación de la naturaleza se convierta en parte fundamental en la planificación y gestión de las ciudades, que el proceso de urbanización no implique el deterioro de la flora y la fauna de los territorios, y que podamos preservar así los servicios que la biodiversidad nos proporciona. Para conseguirlo, se pueden llevar a cabo actuaciones a escala de edificio como jardines verticales o cubiertas verdes; a escala de manzana o de barrio, como huertos urbanos, zonas verdes y calles arboladas con especies autóctonas y formas de manejo sostenible, que favorezcan la aparición de polinizadores y la nidificación; o a escala de ciudad, como bosques urbanos, anillos verdes o la renaturalización de tramos urbanos de ríos.
"La conservación de la naturaleza debe ser parte fundamental en la planificación y gestión de las ciudades".
El modelo ideal sería una ciudad diseñada para las personas y no para los vehículos, donde las personas más desfavorecidas puedan acceder a todas las oportunidades que ofrece la ciudad, y que incluya el enfoque de género. Un entorno con espacios verdes suficientes (la OMS recomienda un mínimo de entre 10 y 15 metros cuadrados de zonas verdes por habitante), en el que se integre la naturaleza y los beneficios que proporciona, que, como ya he mencionado, comprenden tanto aspectos relativos al ocio, la salud, el bienestar, aspectos sociales, etc. como de regulación de los procesos naturales (regulación térmica, hídrica, purificación del aire, control de la erosión, etc.).
La proximidad de los servicios es también un aspecto clave para hacer las ciudades más habitables, de modo que los servicios básicos como el trabajo, la sanidad, las tiendas, la cultura y el ocio estén cerca del lugar de residencia, y sean accesibles a pie o en bicicleta. Esto implica transformar la localización de los usos del territorio, incluyendo la creación de modelos de negocio de cercanía, el aumento de los espacios públicos de reunión e interacción social, una apuesta por modelos de movilidad descarbonizada, y la posibilidad de redescubrir la biodiversidad en las ciudades a través de la renaturalización.
Afortunadamente, existen algunas herramientas. Organismos internacionales y gobiernos trabajan en estrategias para incorporar la naturaleza en los entornos urbanos. En 2020, la Comisión Europea aprobó la Estrategia sobre biodiversidad hasta 2030 ‘Reintegrar la naturaleza en nuestras vidas’, que plantea “conseguir que las ciudades de 20.000 habitantes o más cuenten con un plan de ecologización urbana ambicioso”. También en 2020, el Gobierno de España dio luz verde a la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológica, que ahonda en el interés de las soluciones de infraestructuras verdes en los entornos urbanos. Igualmente, el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) define una serie de líneas de acción para integrar la adaptación al cambio climático en la planificación territorial y urbana, así como en el sector de la edificación.
Para materializar las orientaciones que proporcionan estos instrumentos estratégicos y de planificación, contamos con la financiación vinculada al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) del Gobierno de España, financiado con los fondos Next Generation de la UE.
"La renaturalización debe convertirse en una cuestión transversal y vertebradora, que genere cambios efectivos que permitan transitar hacia modelos urbanos más habitables y más resilientes e integrados en la naturaleza"
En este marco, en la Fundación hemos diseñado una convocatoria de ayudas para la renaturalización de ciudades, que tiene por objetivo el fomento de actividades que contribuyan a la renaturalización urbana, incrementando la infraestructura verde y la conectividad de los espacios verdes y azules, para lograr un aumento de la biodiversidad y su conservación y adaptación al cambio climático y mejorar la habitabilidad de las capitales de provincia y otras ciudades españolas de más de 50.000 habitantes. En 2021 hemos aprobado una primera convocatoria por importe de 58 millones de euros y, en 2022, habrá una segunda, de 62 millones. Del mismo modo, hemos publicado también una nueva convocatoria, dotada con 75 millones de euros, para el fomento de actuaciones dirigidas a la restauración de ecosistemas fluviales y a la mitigación, adaptación y protección del riesgo de inundación en zonas urbanas, a través de soluciones basadas en la naturaleza, que estará abierta hasta el 16 de marzo de este año. Se trata de un total de 270 millones de euros, en dos años, para grandes proyectos, que culminarán en 2025 y que transformarán nuestras ciudades en lugares más verdes, habitables y mejor adaptados para mitigar los efectos del cambio climático.
La renaturalización debe convertirse en una cuestión transversal y vertebradora, que genere cambios efectivos en las distintas escalas territoriales, en los distintos ámbitos sectoriales de la economía y en las vidas cotidianas, que permitan transitar hacia modelos urbanos más habitables, más resilientes e integrados en la naturaleza. Como ya he comentado, las soluciones basadas en los servicios que prestan los ecosistemas son costo-efectivas y eficientes para responder a los retos ambientales y sociales. Desde la Fundación pretendemos que los proyectos que ahora vamos a apoyar no sean meras actuaciones aisladas. Para generar un proceso perdurable, queremos que haya estrategias municipales específicas sobre estos temas, que estén aprobadas en Pleno y que marquen un rumbo que no tenga vuelta atrás. Un reto de estas características requiere de una colaboración multidisciplinar e intersectorial, que incluya la participación de la comunidad local, los organismos de investigación y la sociedad civil, en definitiva, un proceso de gobernanza real.
Se puede requerir, además, una “integración horizontal”, entre ciudades y poblaciones adyacentes, que contemple el vínculo campo-ciudad, garantizar la conectividad ecológica o considerar aspectos ligados al ciclo del agua, entre otros. Otro elemento clave es la integración de la evidencia científica para una toma de decisiones basada en datos y en el mejor conocimiento disponible.
Además, es necesario supervisar el proceso y evaluar los resultados logrados, para aprender y poder replicar las buenas prácticas. Por último, creo necesario un cambio de mentalidad global para definir nuestra relación con la naturaleza, imponiéndose su protección como una inversión en salud. En este sentido, comprender el valor proporcionado por la biodiversidad nos permite tomar decisiones más adecuadas. Un valor que puede ser económico, social, ambiental o cultural y puede expresarse en términos cualitativos o cuantitativos.
"Comprender el valor proporcionado por la biodiversidad nos permite tomar decisiones más adecuadas".
Si nos fijamos en el ranking anual que elabora la consultora Arcadis, en colaboración con ONU-Hábitat, Londres, Estocolmo y Edimburgo son, en la actualidad, las ciudades más sostenibles. Para llegar a esta conclusión, el ranking se fija en tres conceptos de sostenibilidad: la calidad de vida de las personas, el impacto de las ciudades en el planeta y el desarrollo económico de las urbes. En lo que respecta a la naturaleza, destaca la apuesta por el transporte público y la conectividad de Londres, la buena calidad del aire de Estocolmo, la urbe más verde del mundo, y el plan para la movilidad sostenible de Edimburgo.
En cuanto a ciudades españolas, también se está avanzando. Valga como ejemplo el caso de Vitoria-Gasteiz, cuyo compromiso con la sostenibilidad le ha servido para ser reconocida en 2012 como Ciudad Verde Europea y en 2019 como Ciudad Verde Global. En la actualidad, cuenta con 42m2 de zonas verdes por habitante, 150 kilómetros de carriles bici y 833 ha de parques interconectados en un Anillo Verde que incluye el Humedal de Salburua. Sin duda, ese es uno de los caminos a seguir en materia de renaturalización urbana, como lo serán ciudades como Valladolid, Zaragoza o Soria, que junto con la propia Vitoria-Gasteiz, se acaban de sumar a la iniciativa “Ciudades climáticamente neutrales en 2030”, de la que ya formaban parte grandes capitales como Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla y cuyo objetivo es situar a España en la vanguardia de la acción climática con las urbes como principales agentes de cambio hacia un modelo de desarrollo respetuoso con los límites ambientales.
Entrevista publicada en el número 198 de Equipamiento y Servicios Municipales.
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