La vegetación y los espacios verdes no se distribuyen de forma homogénea en la trama urbana. Un reciente estudio analiza cómo influyen el nivel socioeconómico y la antigüedad de los barrios en su biodiversidad
En un mundo cada vez más urbano, los espacios verdes y la biodiversidad se vuelven fundamentales para nuestra salud y bienestar. Su relevancia en la planificación urbana es cada vez mayor, pues son vitales para conservar la naturaleza, adaptarnos al cambio climático y brindar beneficios tanto a la naturaleza como a los ciudadanos.
Sin embargo, las zonas verdes y los beneficios que proporcionan no se distribuyen de forma homogénea. El crecimiento de las ciudades configura el paisaje urbano, generando distintos niveles de calidad ambiental. La distribución de áreas pavimentadas, la cantidad y calidad de los parques y jardines, y nuestra interacción con el entorno varían según los barrios. Y los factores económicos e históricos desempeñan un papel crucial.
Para entender mejor estas variaciones entran en juego dos conceptos clave:
El efecto “lujo” se manifiesta cuando el nivel socioeconómico de los habitantes influye en la inversión en espacios verdes urbanos. A mayor nivel socioeconómico e inversión, mayor biodiversidad.
El efecto “legado” se refiere a cómo decisiones de gestión tomadas en el pasado repercuten en la configuración actual de los espacios verdes. Estas decisiones pudieron haber priorizado a unas clases sociales sobre otras –los monarcas planificaban áreas verdes para las élites–, la salubridad o la conservación de áreas con valor patrimonial y arquitectónico en lugar de las áreas naturales.
La forma en que se mantuvieron y gestionaron los espacios verdes en el pasado también influye en su calidad y estructura actual. Por ejemplo, prácticas históricas para mantener el césped muy corto y tener poca cobertura de árboles generan áreas verdes con estratos simples y menos biodiversidad (esos parques tipo “cancha de fútbol” con uno o dos árboles haciendo sombra).
Por el contrario, dejar áreas sin mantenimiento, permitir troncos de árboles caídos y fomentar la acumulación de hojarasca, arbustos, etc. contribuye a una mayor complejidad de estratos y mayor biodiversidad en estos espacios.
Por último, en la configuración y la calidad ecológica de los espacios verdes actuales influye cómo se diseñaron originalmente. Áreas verdes más pequeñas y menos conectadas pueden tener un impacto negativo porque dificultan el movimiento de especies en el paisaje.
Y las áreas verdes con formas más regulares o geométricas están más expuestas a amenazas como el tráfico de automóviles, el ruido, la presión demográfica, la iluminación artificial y las superficies pavimentadas.
La disparidad es evidente: no todos los habitantes disfrutan de la naturaleza de la misma manera. Estas diferencias afectan a la vida diaria de las personas, por ejemplo, al acceso a los beneficios de contar con un parque cercano o a la facilidad para enfrentar el calor en verano. Y esto influye en nuestra relación y valoración de la naturaleza en nuestro entorno.
Mantener interacciones significativas con la naturaleza es crucial para contrarrestar la extinción de la experiencia –la pérdida de ese contacto–, evitando así efectos negativos en la salud, fomentando un vínculo emocional con la naturaleza y promoviendo actitudes proambientales. Para abordar esta situación, la distribución equitativa de los beneficios de los espacios verdes se convierte en un elemento vital para crear ciudades más justas y sostenibles.
Para comprender mejor cómo estos efectos inciden en el paisaje urbano y su relación con factores socioeconómicos y ambientales, realizamos un estudio en la ciudad de Vitoria-Gasteiz, reconocida como Capital Verde Europea en 2012. En colaboración con expertos de la Universidad de Aarhus, la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad de la República y la Vrije Universiteit Brussel, investigamos cómo los factores socioeconómicos y las prácticas históricas moldean la biodiversidad urbana, la cubierta vegetal y sus beneficios ambientales, como la regulación de la temperatura o la purificación del aire.
Consideramos el nivel educativo de los habitantes para analizar el efecto lujo, dado su correlación con el nivel socioeconómico. Además, evaluamos la antigüedad de los barrios, medida por la proporción de edificaciones construidas en diferentes momentos históricos, para evaluar el efecto legado y los impactos del desarrollo histórico en el entorno natural urbano.
Nuestro estudio profundizó en cómo factores ambientales, como la calidad de los hábitats, la biodiversidad y la vegetación, junto con la densidad poblacional, influyen en las respuestas a estos efectos.
En los barrios con niveles educativos más altos se detectó una mayor biodiversidad, especialmente cuando se combinó con una mejor calidad de hábitat. Este efecto lujo destaca la relación entre la calidad del entorno y el estatus socioeconómico. Sin embargo, este factor no tuvo un impacto claro en la cantidad de árboles ni en los beneficios ambientales proporcionados por la vegetación.
Respecto al efecto legado, observamos que en barrios más antiguos y densos había menos vegetación y biodiversidad. Esto se puede atribuir a diferencias históricas en el desarrollo de áreas verdes, ya que los barrios más recientes cuentan con más zonas verdes.
Sin embargo, los barrios antiguos, especialmente aquellos con más vegetación, demostraron mayor capacidad para brindar beneficios ecosistémicos, como regular la temperatura y purificar el aire. Esto podría deberse a que los árboles que han prosperado a lo largo del tiempo aumentan su capacidad para proporcionar estos beneficios.
Estos resultados señalan oportunidades en nuevos desarrollos urbanos para aumentar la cobertura vegetal, conservar la biodiversidad y mejorar la provisión de beneficios, especialmente en un contexto de cambio climático acelerado.
Nuestros resultados son relevantes para mejorar la gestión urbana y lograr una distribución más equitativa de los beneficios de la biodiversidad y los espacios verdes.
Para lograrlo, debemos poner en marcha medidas que promuevan y conserven la vegetación en las áreas más antiguas y densamente pobladas de la ciudad. La familiaridad con el entorno natural en el ámbito urbano nos motiva a su conservación, y fortalecer nuestra relación con ese entorno nos ayudará a valorar y apreciar la naturaleza tanto dentro como fuera del entorno urbano.
Vitoria-Gasteiz nos brinda un valioso ejemplo que nos invita a reflexionar sobre la distribución de la naturaleza en nuestras ciudades. Ante los retos planteados por el cambio climático y la crisis de biodiversidad, promover y conservar la naturaleza en entornos urbanos no es solo una cuestión estética: se trata de un pilar clave para construir un futuro más equitativo y sostenible para todos.
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