La generalización de la bicicleta pública en los municipios españoles de más de 5 000 habitantes evitaría la emisión de más de 25 000 toneladas de CO₂ anuales
Por Nuria Gómez Sanz, Universidad de Castilla-La Mancha
Tenemos mucho que aprender de la propuesta “Ahora que volvemos a salir, no te encierres en el coche”, en la que el ayuntamiento de Pamplona expone una serie de iniciativas para fomentar los desplazamientos a pie o en bicicleta por la ciudad. La generalización de la movilidad activa ayudaría a resolver algunos de los problemas que presentan importantes retos para nuestra sociedad.
Investigaciones previas, como la recientemente publicada por la Universidad de León, muestran cómo la movilidad activa y sostenible puede contribuir a reducir las emisiones –y las dificultades respiratorias y efectos ambientales que generan– y problemas de salud como el sedentarismo, el sobrepeso, el estrés e incluso la depresión o el aislamiento social.
Todas estas razones justifican la introducción de patrones de transporte activo y la reducción del número desplazamientos en automóvil. Sin embargo, dicha transformación es difícil por el enorme peso de los hábitos culturales en las decisiones de desplazamiento y el considerable esfuerzo que las compañías de automóviles han destinado a difundir la idea del coche como un símbolo de éxito social, confort, libertad e independencia.
La publicidad de los vehículos privados nos da una imagen endulzada. No refleja los problemas de emisiones, retenciones de tráfico, contaminación acústica, restricciones circulatorias, ni los enormes costes y la dependencia de los combustibles resultantes del modelo actual.
Este artículo analiza cómo la bicicleta pública puede facilitar a los usuarios la movilidad activa. Considera, concretamente, los beneficios ambientales de la implantación del sistema de bicicleta pública en Albacete, AlbaBici.
A partir de los registros de estación de origen y destino (fin del trayecto), y combinando esta información con una matriz de distancias, pueden calcularse los kilómetros recorridos por los usuarios del sistema en febrero de 2020: 27 900 km.
Aplicando supuestos razonables, obtenemos que la implantación del servicio de bicicleta pública ha permitido una reducción de emisiones a la atmósfera para este periodo de 8,4 toneladas de CO₂ gracias al menor uso de transporte contaminante.
No obstante, hay que señalar que este cálculo infraestima el impacto al no contabilizar las emisiones de la cadena de producción de los combustibles.
También se ha evitado la emisión, entre otros compuestos, de 10,8 kl de NOₓ y 0,31 kl de partículas PM₂,₅, contaminantes que son especialmente perjudiciales para la salud.
Aunque extrapolar estos resultados al total de la población española es una sobresimplificación, me tomaré esa licencia para dejar hablar a las cifras.
Si todos los municipios españoles de más de 5 000 habitantes dispusieran de un servicio de bicicleta pública, se evitaría anualmente la emisión de más de 25 000 toneladas de CO₂, 31 502 kg de NOₓ y 900 kg de PM₂,₅.
Las cifras no son desdeñables. Las emisiones evitadas por el uso de la bici pública serían equivalentes a las generadas anualmente por más de 8 000 hogares españoles.
La literatura científica existente sobre el tema apoya estos resultados. Los estudios señalan la necesidad de priorizar las infraestructuras para el uso de la bici en las ciudades de tamaño medio como la medida de transporte más adecuada para reducir las emisiones y el consumo de energía. También destacan el importante papel de los sistemas de bicicleta pública en el logro de un sistema de transporte sostenible en las ciudades.
Bicicletas del servicio de alquiler de Sevilla, Sevici. Isa Fernandez Fernandez / Shutterstock
Las ventajas van más allá de lo medioambiental. Existen abundantes publicaciones que han demostrado las virtudes del transporte activo para la población y el ecosistema urbano.
Los efectos positivos serían también notables para el caso de muchas enfermedades al evitarlas o reducir su intensidad. Entre las dolencias que mejorarían gracias a las rutinas de transporte activo se encuentran algunas con una amplia incidencia entre la población española:
Enfermedades cardiovasculares (hipertensión, cardiopatías, colesterol).
Enfermedades metabólicas (diabetes tipo II, sobrepeso, obesidad).
Enfermedades osteoarticulares (osteoporosis, artritis).
Estrés, depresión y ansiedad.
Todas estas razones del ámbito de la salud justifican que se estimule la movilidad sostenible desde las políticas públicas a través del impulso a infraestructuras que mejoren la seguridad de los ciclistas y los viandantes.
También es necesario proporcionar información que haga visibles a ojos de la sociedad las ventajas de la movilidad sostenible en términos de eficiencia, reducción de costes, respeto al medioambiente, mejora de las redes sociales y otros ámbitos.
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