El progreso hacia territorios más sostenibles, resilientes y habitables es actualmente una de las grandes tendencias en la planificación urbanística
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12/01/2024
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Auspiciado por la urgencia climática, que posiciona a las ciudades como grandes sumideros de energía y contaminación atmosférica, cada vez son más los territorios que eligen tomar acción para construir escenarios alternativos donde las urbes sean epicentros de la acción estratégica en la mitigación de los efectos del cambio climático. Con un panorama actual caracterizado por la continua reformulación del entorno, existen dos grandes tendencias que se prevé impacten de lleno en el planeamiento de la ciudad del futuro: la regeneración urbana y la adaptación al cambio climático.
Conceptos interconectados, la primera viene a definir un proceso integral de revitalización y renovación de áreas urbanas existentes “para invertir un proceso de decadencia económica, demográfica y social a través de una intervención que en muchos casos viene marcada por una fuerte acción pública”, tal como sintetizan desde ONU Hábitat, mientras que la adaptación al cambio climático hace referencia a una planificación urbanística orientada hacia la mitigación de este fenómeno y abarca áreas tan cruciales como el abastecimiento de agua, la gestión de los espacios verdes, la ordenación del territorio, etc. En el caso de España, el país cuenta con un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) 2021-2030 cuyo objetivo es erigirse como un instrumento de planificación que promueva la acción coordinada entre los diferentes actores para hacer frente a esta nueva urgencia.
Cada vez son más los territorios que eligen tomar acción para construir escenarios alternativos donde las urbes sean epicentros de la acción estratégica en la mitigación de los efectos del cambio climático.
En el documento se detalla una larga lista de componentes estratégicos para la acción y en el terreno edificatorio resaltan que, a fin de conseguir una edificación más resiliente, se precisa una transformación integral del parque urbano que introduzca nociones de infraestructura verde urbana, recuperación de aguas pluviales y grises de los edificios e innovaciones en materia de planificación y diseño urbano. También llama la atención sobre la necesidad de introducir soluciones basadas en la naturaleza e infraestructuras verdes en las políticas urbanas, y los mecanismos y marcos de financiación de cara a su eficaz implementación.
En esta nueva formulación urbana centrada en la sostenibilidad, los equipamientos son una palanca central para promover la participación ciudadana y fomentar las iniciativas de carácter local, pudiendo tener repercusión tanto a nivel social, promoviendo la conciencia ambiental, como económico, incidiendo en el beneficio de actuar a pequeña escala. Concretamente, el PNACC hace alusión a la voluntad de “avanzar en la integración de los riesgos derivados del cambio climático en la planificación territorial y urbanística”, para lo cual es necesario poner en marcha soluciones multifuncionales basadas en la naturaleza que posicionen a las infraestructuras verdes urbanas y azules al centro de las prioridades.
Es por ello que a nivel local y regional en España se están ejecutando iniciativas en esta materia, así como para cumplir con los requisitos exigidos por la Comisión Europea, que el pasado agosto publicaba un nuevo conjunto de directrices para implementar y actualizar estrategias, planes y políticas de adaptación al cambio climático. Junto a dichas directrices comunitarias, el documento exponía una serie de ejemplos entre los que destacaba el proyecto de regeneración urbana de Zorrozaurre en Bilbao donde, en el marco de un plan integral y sostenible, se habilitaron espacios públicos verdes para absorber el agua de las inundaciones. De esta manera, la Comisión promocionaba Euskadi como región de referencia para otros territorios europeos gracias a su experiencia en la gobernanza climática.
Las zonas verdes repercuten en la generación de ambientes saludables que mejoran la salud, física y psíquica, de la ciudadanía, destaca Alexander Boto, director general de Ihobe.
Alexander Boto, director general de Ihobe, Sociedad Pública del Gobierno Vasco, explica que en los últimos años ha ido cambiando el papel que juegan las áreas verdes en el planteamiento urbano. “Han pasado de ser simples equipamientos paisajísticos y de recreo a constituir espacios en los que la naturaleza y su biodiversidad contribuyen a la corrección de problemas tanto medioambientales como económicos y sociales. Unos problemas ante los que las soluciones grises tradicionales no han resultado eficaces. El actual aumento de temperaturas medias, el creciente efecto isla de calor de nuestras ciudades y la mayor probabilidad y virulencia de inundaciones, fruto del binomio lluvias torrenciales-impermeabilización del suelo, hace que cada vez más administraciones opten por soluciones basadas en la naturaleza como alternativa para incrementar la resiliencia en el ámbito urbano”, resultando a menudo más rentables, resistentes y beneficiosas a largo plazo que las técnicas de ingeniería tradicional.
Boto argumenta que ante esta nueva concepción, el término de infraestructura verde urbana debe coger fuerza y no asociarse exclusivamente a la generación de corredores ecológicos y al incremento de la biodiversidad, sino que es mucho más que eso. En entornos urbanos, generalmente muy impermeabilizados y con un importante efecto isla de calor, las zonas verdes urbanas “también son proveedoras de una amplia gama de servicios ecosistémicos que van desde la regulación de las temperaturas y de la escorrentía hasta la mejora de la calidad del aire, lo que repercute en la generación de ambientes saludables que mejoran la salud, física y psíquica, de la ciudadanía”.
Por su parte, Ángela Baldellou, directora del Observatorio 2030 del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España (CSCAE), argumenta que “si bien desde la perspectiva urbanística las infraestructuras verdes urbanas siempre han sido importantes para las ciudades, configurándose como ejes vertebradores o lugares comunes de encuentro y ordenación territorial, lo novedoso ahora es su comprensión integral en la ciudad bajo una planificación estratégica y su carácter de red. Garantizar el acceso a estas infraestructuras, recuperar las degradadas, garantizar la seguridad e incorporarlas al sistema debería considerarse una prioridad del urbanismo moderno y un servicio público por sus beneficios sociales, ambientales y económicos, además de las repercusiones en la salud y la protección de los ecosistemas”.
Para tal fin desde el CSCAE han creado el Observatorio 2030, un proyecto estratégico que reúne a todos los agentes implicados en el diseño de las ciudades en España para aunar esfuerzos en la planificación y la gestión de los entornos urbanos. Este grupo actúa desde varios frentes para, a partir del conocimiento de las diferencias tipológicas entre actuaciones, poder realizar el análisis de los datos e indicadores en relación con los objetivos, su monitorización, medición de impacto y gestión comparativa; generar las herramientas y tener claras las referencias y proponer instrumentos económicos, fiscales, jurídicos y normativos que den seguridad jurídica, articulando escenarios innovadores de colaboración, financiación, producción, gestión y participación ciudadana. “La regeneración urbana debe ser un acicate para mejorar procedimientos de planificación urbanística que no están siendo capaces de dar respuesta ni a las necesidades de adaptación de las ciudades ni a las nuevos usos funcionales y requisitos ambientales con la suficiente eficacia y en plazos razonables”, agrega Baldellou.
Ante un panorama en el que los procesos de regeneración urbana deben constituir una herramienta fundamental, tanto para mitigar el cambio climático como para adaptarnos a él, Alexander Boto remarca que el urbanismo ahora debe orientarse hacia la reducción de emisiones de GEI, potenciando núcleos urbanos compactos con usos mixtos entre vivienda y actividad económica para reducir los traslados; facilitando a la ciudadanía una movilidad activa, sostenible y compartida y apostando por la implantación de energías renovables, el autoconsumo y la eficiencia energética. “La planificación urbanística debe garantizar una reconversión hacia un modelo urbano y periurbano en el que se dé mayor espacio a la naturaleza y a las personas, y se garantice una buena calidad de vida, especialmente para los colectivos más vulnerables”, sostiene.
El urbanismo ahora debe orientarse hacia la reducción de emisiones de GEI, potenciando núcleos urbanos compactos, facilitando a la ciudadanía una movilidad activa, y apostando por soluciones energéticas sostenibles.
En este contexto surge el proyecto europeo LIFE Urban Klima 2050, del que Ihobe es entidad socia coordinadora. Una iniciativa transformadora que pretende impulsar la transición energética y climática para conseguir la resiliencia del territorio vasco, teniendo impacto directo sobre 1.129 km2 del territorio vasco y casi un millón de personas a través de proyectos piloto escalables basados en el empoderamiento, la formación y la creación de estructuras para la gobernanza climática. “Creemos firmemente en el poder de las personas y, por ello, apostamos también por una ciudadanía concienciada climáticamente que dé el paso a la acción. Con ese objetivo en mente, estamos desarrollando diferentes planes de empoderamiento de la ciudadanía, y desplegamos experiencias para comunicar y sensibilizar sobre la importancia de mitigar el cambio climático y adaptar nuestro territorio”, comenta el director.
Ante la nueva realidad climática, la gran mayoría de ciudades y pueblos están comenzando a transitar hacia un modelo urbano donde el verde vuelve a brotar entre un gris tradicionalmente predominante. “Sin embargo, hasta que la infraestructura verde y las soluciones naturales sean una alternativa prioritaria generalizada, nuestro tejido urbano cuenta ya con diferentes equipamientos que juegan un papel fundamental a la hora de ofrecer espacios seguros y adaptados en los que la ciudadanía pueda resguardarse y hacer frente a episodios climáticos extremos como las olas de calor. Por ello, más allá de constituir un elemento clave en la transición sostenible y en la renaturalización de nuestras ciudades y pueblos, los equipamientos municipales son también garantía para una transición justa en la que los colectivos más vulnerables sean tenidos en cuenta”, avanza Boto.
El papel de los equipamientos municipales es crucial como integradores y garantes de equidad e inclusión social, parte fundamental de la sostenibilidad, destaca Ángela Baldellou, directora general del CSCAE.
Por su parte, Ángela Baldellou destaca que las ciudades son ecosistemas muy complejos donde interactúan muchos factores y esto hace que las soluciones no puedan darse como fórmulas magistrales o axiomas. “Cada ciudad debe tomar unas medidas determinadas en función de esos factores, de su localización, de su cultura, de su configuración, etcétera. Cada ciudad debe adaptarse con planes estratégicos ad hoc, actuaciones urbanísticas desde lo local y acuerdos sectoriales que involucran a la sociedad y a su tejido productivo, para que formen parte de los procesos transformadores y puedan empujarlos y asimilarlos de manera realista. Una ciudad sostenible, más justa, inclusiva y más saludable, es una ciudad que funciona en los tres pilares de la sostenibilidad: en lo social, en lo económico y en lo ambiental. También añadiría en su gobernanza y en su capacidad de involucrar a sus habitantes y hacerles sentir parte de ella”. Con todo esto, el Observatorio 2030 del CSCAE trabaja de manera colaborativa alineando al sector en torno a sus grupos de trabajo y a las iniciativas sectoriales con esa mirada integral.
Al ser preguntada por cómo espera que hayan evolucionado las urbes de aquí a unos años, la directora del CSCAE responde que la ciudad del futuro "es aquella donde, como dijo Louis L. Kahn, “un niño paseando pueda descubrir su vocación”; una ciudad donde querer realizar un proyecto vital, de la que no quieres irte porque tienes acceso a vivienda de calidad, trabajo y servicios; donde tienes una conectividad que te aporta salud, que cohesiona a la sociedad y en la que puedes sentir que formas parte de algo. Esa ciudad que respeta tu identidad y que refleja tus valores culturales y donde tus aspiraciones pueden cumplirse. Aunque suene muy abstracto, todo ello puede concretarse desde un buen planeamiento y una buena arquitectura. Tenemos una hoja de ruta, que es la Agenda 2030, para construir un mundo mejor para todos/as y para conseguirlo es necesario coordinación, consensuar y articular los instrumentos necesarios para facilitar ese avance y esa transformación. Necesitamos para ello a las administraciones públicas y estar dispuestos a escuchar, aprender, analizar y proponer. Sin miedo al cambio. Con valentía”.
De igual manera, Alexander Boto argumenta que “la ciudad del futuro que imaginamos en Ihobe es predominantemente verde. Verde porque será permeable a la naturaleza, gozando de una transición más amable entre lo urbano y el entorno natural y la vegetación será imprescindible En cuanto a la edificación, las fachadas y los tejados verdes estarán ampliamente extendidos, incrementando la eficiencia energética y reduciendo un consumo de energía. El vehículo privado dejará de ser el protagonista y la economía circular será el modelo de producción y consumo en el que basemos nuestra economía. Por último, pero no por ello menos importante, la ciudad del fututo será inclusiva y en su diseño se habrá tenido en cuenta a los colectivos más vulnerables de la población, teniendo en todo momento presente el principio de no dejar a nadie atrás. Aún queda mucho por hacer, pero poco a poco se están dando pasos en la dirección adecuada. Se está trabajando en proyectos que incluyen soluciones que ya están testadas y se está trabajando en proyectos piloto que darán nuevas soluciones a futuro”, concluye.
Ante tal alentador panorama y aunque el sector edificatorio requiere aún de modernizaciones en términos de sostenibilidad, digitalización e industrialización, implementando acciones conjuntas que integren la narrativa del cambio climático en la planificación territorial y urbana junto a políticas sectoriales que posicionen al verde como factor estructurante, cada día que pasa y con esfuerzos continuos en estas áreas, nos acercamos más a un modelo urbano capaz de equilibrar el desarrollo con la sostenibilidad, mejorar la calidad de vida de la población y mitigar los impactos negativos en el medio ambiente.
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